¿Cómo funciona todo esto?

Simple. Voy a dormir y tengo un sueño, luego vengo y te lo cuento.

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Injurio humano

Abril 5, 2012

Recuerdo un dolor insoslayable. 

Cuando abrí los ojos no podía mover mi brazo derecho, ni siquiera volteé a verlo por miedo a encontrar dedos torcidos o huesos al aire libre; mi torso estaba intacto, pero de la cintura hacia abajo sólo había un montón de ropa y un estigma que me consumía. Mi cara estaba sucia, no la vi, pero la sentí sucia y eso es lo que cuenta; una playera sin mangas gris, arrastrada y bien vivida, con hoyos al frente y rajaduras en los costados. Me sentí como un desamparado, alejado en la tristeza de una calle gris, de un cielo gris, de un aire gris y rasposo. Hacía calor y sudaba, sudaba y sentía dolor en las piernas desaparecidas. ¿Seré un indocumentado? ¿Seré un hobo? No creo; no tengo hambre. Me siento fuerte pero desolado e impotente nada más. 

Todo esto surgió en un análisis que en tiempo de sueño duró poco menos de tres segundos, mientras que escuchaba la aridez del viento estrellarse en mis oídos, eso hasta que los gritos de un verdadero vagabundo tronaron mi lúcida concentración. Lo vi a lo lejos, una cuadra de distancia, lo vi tirado boca abajo, arrastrándose —o al menos haciendo lo posible— a lo largo de la orilla de la acera quebrada, antes que él había un terreno baldío, cubierto de plantas desérticas y hierbas indeseadas (¿por quién?);  lo vi sin unos cuantos dientes y el resto de ellos rotos o cubiertos de mierda; una gabardina con un kilometraje nada envidiable, el color original no queda claro, pues ahora era gris y enredada de no sé cuánta porquería; sus cabellos largos, grasosos y viejos que denotaban un gris decadente, liados, enmierdados. Me dio miedo su expresión, me llenó de un vacío que se aunó a mi dolor y me destituyó del título de humano; era una cara viciosa, eran unos ojos que apelaban al egoísmo producido por la injusticia de su incomprensible vida, sus pómulos encasillaban con mayor fuerza la intención de sus ojos amarillentos y enfermos; ante mí un hombre que perdió la humanidad, tal como yo la estaba perdiendo en aquel momento; me imaginé su cuerpo desnudo y cubierto de llagas, mugre y materia muerta; lo evoqué y en cuanto comencé a visualizarlo desnudo y arrastrado, gritó otra vez.

–¡Ven conmigo!

Se impulsó hacía enfrente, siguiendo su camino al lado de la acera, se intentó impeler y sonrío con malicia inherente. Entonces lo vi y lo comprendí, delante de él había un bulto de lo que yo pensaba eran harapos y desechos, era simplemente un perro callejero; estaba enfermo y lastimado, lo sé porque comenzó a llorar con una ternura que me permeó el corazón y supe que seguía siendo humano, que seguía siendo yo a pesar de las circunstancias. El perro volteó a ver al viejo y se ahuyentó, regresó la mirada hacía enfrente y también se impulsó lentamente, con cada centímetro se exprimía su ser; y con cada centímetro que se le acercaba el viejo se exprimía otro poco.

–Ven, perrito; hagámonos compañía, perrito.

Esa voz cautelosa, cubierta de insolencia y nauseabunda. Me sentí más envuelto en pesadumbre.

El perro volteó una vez más, dejó de arrastrarse y extendió su pata delantera hacia el viejo; cuando el viejo acercó su brazo huesudo hacia la pata ensangrentada del perro, éste la retornó; debió darse cuenta de la mirada triunfante del viejo y desconfió. Siguió pues arrastrándose y lloriqueando, chillando un lamento que me devolvía mi vida y consumía la suya con cada respiro.

–No, chiquito, ven, acércate. Ya estoy cansado de esta miseria, necesito un abrazo... Necesitas un abrazo.

El perro respiraba cargado de tristeza, exhausto y desolado, se detuvo en seco al escuchar al viejo esta vez y simplemente se dejó caer, volteando la cabeza hacia atrás, mirando al viejo en los ojos y dejándose ir para él, aceptando un destino mutuo en la pelea por la supervivencia. Entonces el viejo comenzó a reír y toser, a sangrar y dirigirse con mayor rapidez hacia el perro.

Al fin lo alcanzó y lo abrazó con una alegría renovada, pegó la pequeña cabeza llena de pelambre asqueroso contra su pecho quebradizo y el perro lo recibió con un agradecimiento que sólo yo pude percibir cuando vi sus ojos enternecidos por la afabilidad demostrada.

Y entonces el viejo susurró mientras el ambiente entero se cubría de melancolía y tristeza que me golpeaba el ánima.

–Ya te atrapé, cabrón.

Y los sucesos se plasmaron con tanta furia y tanta vitalidad, que me dejaron absorbido y reducido, no me pude mover cuando el perro se tornó en un animal aterrorizado por lo que acababa de escuchar, no pude hacer nada mientras se volteó y extrajo toda la fuerza, toda la energía, toda la pequeña posibilidad de ánimo de su pequeño cuerpo lacerado y se intentó escabullir entre los brazos de este viejo, su cabeza se dio vuelta y se escapó por debajo sus manos convertidas en garras, sus patas delanteras la siguieron y tocaron el suelo para impulsarse; el viejo comenzó a gritar y forcejear como si su vida dependiera de aquel encuentro, sus ojos ya no eran más que el reflejo del último recurso de una persona reducida a lo más mínimo, una y otra vez aventó sus brazos en búsqueda de algún miembro del perro para recuperarlo; el perro soltaba gemidos y llantos espeluznantes mientras sus patas delanteras explotaban el suelo y lo rasgaban para encontrar la salida, el perro erguido saltó lejos del viejo y el viejo gritó NO y se transformó en una malicia que se deleitó en el agarre de la pata trasera derecha del perro. Lo cogió y lo arrastró con un vigor que parecía salir de la inexistencia. Lo arrastró hacia él y se rió, lo arrastró con la mano derecha y con la izquierda se fue a su patita, con la izquierda, el viejo comenzó a pellizcar la piel del perro en la pata y a jalar. Jaló y rió, jaló musitó victoria entre suspiros pesados y ahogados, jaló y jaló mientras el perro gemía y yo me moría del dolor. Jaló y arrancó un pedazo de piel del perro que se extendía lentamente en una prolongada trayectoria desde el talón hasta la pantorrilla entera, pude ver el rojo intenso del músculo de la pata del perro, se contraía intentando escapar, los nervios encogidos de ardor y el viejo triunfante acercándose el pedazo de carne a la boca y arrancando con sus dientes la vida de ese perro.

Recuerdo que los gemidos del perro cesaron y sus ojos estaban abiertos y petrificados, mirando con total atención lo que ocurría con su pata; una aflicción tan mía como suya, tan inmóvil él como yo, su dolor se volvió el mío y mientras se observaba a sí mismo mientras era engullido a carne viva, yo dejé de respirar y grabé la imagen que estoy seguro nunca olvidaré. La humanidad me dio la espalda en aquella calle gris y azarosa.

Y entonces me desperté.

Revolución

Noviembre 28, 2010

Comencemos.


Viernes en la noche, estaba en casa de una amiga en una fiesta, no recuerdo motivos ni preocupaciones. Era una casa pequeña, podría haber sido un departamento. Yo tomaba. Siguió la fiesta y la gente estaba dentro de la casa, pues en el pórtico también había espacio para más gente y era ahí en donde a mí me gustaba estar. De repente sale de la casa un hombre alto y fornido, con un sombrero puesto que portaba una pluma verde en la copa, Antonio Banderas. Hablamos de la actuación y le comenté que participé en una obra de teatro, recordé que había quemado el DVD de la obra para dárselo a una chava que me gustaba, pero decidí regalárselo a Antonio, le dije que no dudara en contactarme.

Salí de la casa y de la nada, estaba yo en la ciudad, un día normal, cuando entré a un centro comercial. Subí escaleras y me topé con muchos amigos que iban caminando, tranquilos. Estaba La Gran Cabeza, Otavio, Iturbide, etc. Seguí pasando, viendo las tiendas extenderse indudablemente hacia un abismo neutro y cálido, hasta que encontré una de discos y películas. Me llamaba. Ahí dentro, pude visualizar algo muy peculiar del otro lado de los porta discos: un sombrero con una pluma verde. Al seguirlo, me recibió Antonio Banderas con una sonrisa en la cara, dijo que le había gustado mucho el DVD y que le diera mis datos, pero entonces, un terremoto atacó el lugar. Corrí como no tienes idea, me espantó la idea de morir en un centro comercial, no era un lugar digno para mi desdichada muerte. Entre más corría, más me asustaba. Todo pasaba a mi lado como una mancha multicolor, luces y gente y olores.

Después de haber corrido por varias cuadras, encontré una gran ventana que estaba algo abierta. Entré sin dudarlo para refugiarme. Recuerdo un solo cuarto. Parecía una biblioteca, era amplio y tenía secciones de libreros. Te haría un dibujo pero no tengo tiempo. Viéndolo desde arriba era así: del lado derecho, ventanas enormes que ocupaban todo el espacio de la pared, por donde entré; del izquierdo había una puerta doble de roble, cerrada; también había una puerta al lado de ésta, más pequeña, que daba a lo que parecía ser un baño, pero este baño sólo tenía un espejo y una tina; del lado norte era pared, y del sur, había una puerta corrediza que daba a lo que parecía ser un closet, pues había ropa tirada y sucia en el suelo y algo que me sorprendió (pero que no encontré hasta después en el sueño) era que habían mensajes escritos en el suelo del closet y en las paredes, manchas de sangre y de tinta improvisada que representaban la última voluntad de quienes estuvieron ahí, el último lapso de creatividad que corrió por sus mentes antes de morir. Ese closet había visto la muerte de frente. En el espacio central, los libreros, acomodados tal y como te imaginarías dentro de una biblioteca, faltaban libros, muchos libros.

Lo primero que hice después de entrar fue cerrar la ventana con seguro, luego me tomé la libertad de analizar el cuarto y descubrir todo lo que te acabo de contar. Asimismo fui encontrando personas en este cuarto, gente que también estaba escondida, asustada y adolorida. Comenzamos a hablar algunos y otros nos callamos, atentos a la expectativa. Entonces lo escuchamos, ese sonido que tanto habíamos temido percibir, una explosión en el aire que llegó hasta nuestros oídos y les reclamó atención inmediata; plomazos de furia y de frialdad. Balacera a unos cuantos metros fuera del cuarto, por la ventana no se veía nada. Me enfoqué entonces en encontrar un lugar para esconderme y protegerme de las balas, cuando una entró por el cuarto; dio en la pared de la izquierda, que da con el baño, fui a ver los daños y el calibre de la munición. Era grande, había atravesado la pared de cemento y era notable el gran hoyo que dejó en ella. Atentos pues ante la inminente cogida.

Escuchamos gente corriendo y reclamando del otro lado de la ventana, cuando ocurrió lo que me preocupaba, entraron por la misma para esconderse, creo que el ejército los perseguía. Por la ventana vi algo que me sorprendió, entró un hombre flaco, chaparro, pero con un fusil capaz de matar a dos elefantes rebeldes; y detrás de él, mi esperanza destrozada. Entró pues una mujer divina, la única que jamás me había hecho sentir la calidez del amor, un fantasma de su recuerdo en mi mente. Pero no era igual físicamente, la veía diferente del cuerpo, la estatura, las facciones; no era ella, pero era ella. Entró gritando y anhelando destrucción, cargaba a un bebé en el brazo derecho y una metralleta en el izquierdo, cuando me vio y se frenó enseguida.

–¿Qué haces aquí? No es lugar para tus pendejadas.

–¿Qué buscas?– Le reclamé.

–Libertad.

Dio la vuelta y comenzó a perseguir, junto con el otro hombre a los demás. Estaban reclamando que les entregáramos todas nuestras posesiones. Me apresuré a esconderme detrás de un librero y me quité la mochila para esconderla en una de las secciones, también mi celular y mi cartera, sólo dejé el efectivo en mis bolsas. Después de despojar a los demás de sus bienes, llegó el hombre a mí.

–Todo en la bolsa, cabrón.

Le di el dinero y volteé la cara. Se fue.

La añoranza me movía entonces. Los balazos incrementaban en sonido y en constancia. La busqué y la encontré empujando a los demás, gente inocente, desquiciada, inútil, gris; sí, gente gris. Algunos se escondieron en el closet y otros en los huecos de los libreros en donde no había libros. Estaban muertos ya desde que tomaron esa decisión.

–Lo hago por mí.– Me contestó cuando le reclamé una explicación.

–Pero no eres tú, no es lo que quieres.

–¿Y qué carajo quiero entonces? ¡Tú no sabes ni quién eres!

Estrepitosa explosión de lágrimas cuando una bala penetró el aire del cuarto y dio directo en su brazo derecho, atravesando la cabeza del infante. Se fue a esconder en el baño, gritando con dolor en el alma, meciendo a su inmóvil bebé en la tina.

–Sangre derramada sin sentido.– Le dije sin sentir por ella lástima alguna. Por el bebé sí.

–¡NO!

Gritando y meciendo con más fuerza el cuerpo inerte, cubriéndolo con la manta azul.

–¿Encontraste lo que buscabas? Aquí tu perdición, mujer. Vete ya.

Y salió espantada junto con el hombre por las puertas de roble mientras las balas rozaban nuestras mejillas y nuestro suelo. Me volteó a ver una última vez antes de salir y sentí miseria en su mirada.

Del otro lado de la puerta escuché gritos.

–¡Los tenemos! ¡Alto al fuego! ¡Alto al fuego!

Salí aliviado del baño, sin temer más por mi vida recogí mis cosas del librero y abrí el closet. Había una niña abrazada de una mujer, me vieron con terror y corrieron hacía las puertas de roble. Me percaté de unos mensajes escritos en el suelo y en las paredes del closet, muy visibles, pero apenas entendibles. Di la vuelta y salí por las puertas de roble en donde encontré más gente, oficiales y militares en descanso. Caminé durante unos segundos por el patio que tocaba las puertas de roble.

Y entonces me desperté.

Capitalismo de mierda

Otra vez en la universidad, era de noche y las luces estaban apagadas mientras se escuchaban voces provenientes de unas bocinas que no podía ver. Lock-down. Me encontré con algunos conocidos en mi desesperación por salir, todos parecían llegar tarde a sus clases y se quejaban de todo lo que estaba pasando. Entonces vi al Pops cerca de una salida y fui con él, tenía una cortada muy grande en la mano y se estaba cociendo la herida con un hilo atado a un anzuelo mientras me sonreía y me decía –Jerry, está bien jodido allá afuera. Salí por el sur y me agarraron a unos 20 metros de la puerta, ni pedo porque me pude escapar.–
En fin, decidí no salir y seguí deambulando por la universidad. Después de un rato me encontré a BdeM y me dijo que estaba asustada, se veía demacrada, sucia y su ropa estaba desgarrada casi por completo. Le dije que me podía acompañar y seguimos caminando por los pasillos. Al dar la vuelta por uno de ellos, llegamos a un lugar que parecía Soriana o Wal-Mart, probablemente era Wal-Mart, donde estaba lleno de gente desesperada que corría por todos lados. BdeM comenzó a balbucear mientras movía los ojos en todas las direcciones, todavía asustada. Decidí llevarla al área de comida para que se alimentara un poco y luego al área de revistas y películas para intentar relajarla. Comió como si no hubiera un mañana y me dijo que estaba cansada, cuando llegamos al área de películas, se sentó en un sillón y se durmió. Siendo yo como soy, me fui corriendo y procedí a explorar esta nueva tierra llena de posibilidades y desastres.
No pasó mucho tiempo antes de encontrar a alguien. Desde lejos me vio Chana y me comenzó a decir que estaba asustada ella también y necesitaba mi ayuda. Ni modo. Me siguió y me habló durante los siguientes 10 sueño-minutos mientras yo caminaba por los pasillos tratando de perderla, sin éxito. Entonces llegamos a una pantalla del tamaño de un elefante obeso, en ella habían imágenes que no tenían sentido alguno y abajo en el suelo, un hombre con traje rojo y corbata verde, sonrisa Colgate, peinado con gel hacia atrás y apariencia impecable, anunciando un producto inservible, tratando de venderle algo a la gente en tiempos de pandemónium y destrucción, capitalismo de mierda.
Chana no me dejaba de joder, era como ese mosquito que está en tu oído mientras duermes (ahora que lo pienso, probablemente eso era) y no te deja descansar. Me di cuenta que en frente de la pantalla gigante, atrás de nosotros, habían unos baños. Le ofrecí que entrara para que se refrescara un poco mientras ideé un plan increíblemente fantástico: "Yo entraré también al baño y me cambiaré para que no me reconozca." Me acerqué disimuladamente al baño y vi salir a un hombre sin cabello en la cara que me observo curiosamente antes de seguir su camino. Entré al baño. Era pequeño, tenía luces rotas y claramente no se había limpiado desde hacía varios meces; a la izquierda el lavabo y el espejo, a la derecha un mingitorio asqueroso y en el fondo un cubículo en donde me metí y batallé un poco para cerrar la puerta. Odio esas puertas. Volteé a ver mi nuevo entorno y me repugnó la idea de quedarme mucho tiempo ahí, así que procedí con mi cambio; sin embargo, justo cuando estaba sacando mis cosas de la mochila, me di cuenta de que en la pared del lado derecho del cubículo había un hoyo cubierto con una tabla. Quité la tabla y en el hoyo pude ver un cuerpo sentado en el suelo, sin pantalones, sangrando y con una bolsa de basura en la cabeza. Se comenzó a mover, gritar y llorar. Estatus: secuestrado, jodido. Pensando que yo no quería terminar como él, me salí corriendo del baño, mas al salir me encontré con el hombre sin cabello en la cara que me volteó a ver como si estuviera analizándome y de repente puso cara de sorpresa y enojo mientras se apresuró a entrar al baño. A correr.
Pasé varios pasillos hasta que encontré la salida del Wal-Mart y regresé a la universidad. Apenas estaba buscando una nueva aventura cuando unas trompetas se escucharon cerca de la entrada este. Mucha gente volteó y se acercó, incluyéndome, para ver de qué se trataba tanto ruido. Entró entonces una mujer vestida de princesa con la cara pintada de blanco, vestido antiguo y labios rojos como una manzana, seguida del tenor, un hombre corpulento con un sombrero negro, vestido de payaso, triste. Ella se sentó en una roca cercana a mí, por lo que pude observarla con mayor precisión. Cantaba y cantaba mientras el payaso la acompañaba, era un lamento largo y sincero. En sus ojos se admiraba la tristeza y el payaso seguía cantando con el sombrero en las manos.
Pensé que estaba viendo algo irreal de lo perfecto que era este canto. En medio de tanta desdicha, la princesa blanca y el payaso triste cantándonos en idiomas que no conocemos para personas que no lo merecemos. Se terminó el canto repentinamente y el payaso lloró.
Y entonces me desperté.

Still not Lupus

Campo de fútbol, de noche. Estaba caminando junto con Dr. Wilson hacia lo que parecía ser un hospital cuando divisamos a House molestando a los jugadores de fútbol. Al ver a Wilson, le dijo –Oi, I bet ya fifty bucks I can score from the middle of the court.–
–Oh really? I'll pay to see that.– Le dijo Wilson mientras House se preparaba para patear el balón. Le dio con la pierna derecha (la que tiene jodida, según yo) y la pelota salió con tremenda fuerza hacia la portería, House había metido gol. –Ha! Pay up, Wilson.– Wilson continuó caminando como si nada mientras se burlaba de House que estaba tirado en el suelo, agonizando por su pierna. Seguimos caminando y llegamos al hospital.

Era un hospital extraño, varios pisos pero todos estaban ordenados en círculos concéntricos; entre más pisos subías, más cerca estabas del centro de los círculos. Al entrar me di cuenta de que estaba hecho un desastre. Enfermeras gritando, pacientes corriendo por todos lados, papeles volando por doquier; era un pandemónium total.
Perdí de vista a los doctores y seguí caminando por el primer piso, el círculo más grande, cuando me encontré a mi buen amigo Jamal.

Jamal siempre ha estado algo perdido en su mundo mágico y de colores, donde entidades divinas lo visitan y él es la estrella de la música medieval. Le pregunté algunas cosas que no puedo recordar con exactitud y no me hacía mucho caso, parecía estar ocupado con algo que tenía en las manos. Decidí dejarlo ser. Después de darle otra vuelta al primer piso, encontré unas escaleras muy pequeñas del lado izquierdo, yendo en el mismo sentido que las manecillas de reloj; esto es, hacía afuera del círculo. Subí las escaleras y llegué al techo del hospital, donde encontré a House y Wilson hablando y fumando hierba.

–I don't care what she says, I wasn't there.– reclamó House enojado.
–Of course you weren't there, you self-centered prick!– Se estaba poniendo bueno el asunto.
–Anyhow, it's too late now. I never thought that...– Se quedó con su cara de 'yo lo sé todo' por unos momentos y dijo –It's not Lupus.–
Revelador.
Y entonces me desperté.

* No recuerdo mucho de ayer, creo que no estaba poniendo mucha atención. Si ven a House recuérdenle que le debe cincuenta dolares a Wilson.
Cheers.

Con Lucy en el hotel

*Con este sueño decidí comenzar este blog. Se lo dedico a Lucy.

11 Marzo, 2010
Lucy. La soñé una vez más. Estábamos varias personas en un hotel, lejos de casa. Por azares del destino me tocó encontrármela ahí... Recuerdo que estábamos juntos, con gente de todos lados pero sin saber por qué. Un cuarto de hotel común, dos camas. Ella estaba vestida como la recuerdo mejor y yo estaba vestido de hippie, chaleco de cuero, pantalones bombachos, sin camisa y con una guitarra colgada en la espalda; eléctrica.
Hablé con Lucy durante un rato, se comportaba un poco indiferente conmigo, lo que me sorprendió ya que consideraba que teníamos suficiente historia en nuestros pasados como para que me pusiera un poco más de atención. Me habló de lo fantástico que es el lugar en donde vive, me habló de un muchacho que conocía, mientras portaba una sonrisa que me partía el alma. –Y entonces me dijo que me amaba.– fue lo único que escuché mientras me enseñaba un cuadernillo con firmas. Vi la firma de este puñetas por puro compromiso, luego la vi a los ojos y le dije con falsedad –¡Qué bueno!– No recuerdo qué pasó después con exactitud, pero era hora del evento principal, así que nos salimos del cuarto y pasamos por el pasillo angosto del hotel, doblamos a la derecha al final del pasillo y llegamos a un salón más grande, no había puerta, sólo un hueco para pasar. Dentro del salón, del lado izquierdo, había un estilo de sillón o hamaca colgada de dos tubos. A la derecha pegado a la pared, estaba un piano en donde un tipo estaba tocando una pieza que jamás había escuchado. Me agrada. De frente, estaba lo que parecía ser un túnel por donde viajan los metros. Había también un pequeño escalón antes del túnel y enfrente del escalón, sobre el túnel, estaba algo que parecía ser un gran asador lleno de brasas calientes que estaba siendo supervisado por dos señoras ya grandes que comenzaron a brincar y balancearse, haciendo un ritual silencioso sobre las brasas. También era visible un riel metálico pegado al techo del túnel, con ganchos filosos apuntando hacia la derecha.
Quizás haya sido causa de estas señoras que por medio de sus danzas, el riel comenzó a avanzar y reveló partes del cuerpo de un cerdo, primero la cabeza y luego las patas. Me disgusté ante esta visión tan grotesca y me dirigí al piano, donde comencé a tocar junto con el hombre, por pura diversión comencé a tocar una secuencia de acordes sin armonías y a descargar mi furia en el piano, sin embargo, lo único que escuchaba era una misma pieza perfecta, como una grabación.
Después de un rato me empecé a preguntar qué había pasado con Lucy y decidí ir a buscarla. Aproximándome al túnel del metro vi que a la derecha había un sendero de bajada que tomé para saber qué había al final.
Campos de hierba y un enorme lago se divisaban a lo lejos, hacia la derecha el lago que parecía mar, pero era lago; también había a la izquierda una pequeña casa que parecía estar en ruinas y estaba llena de orificios que muy probablemente fueron causados por balas.
Ahí fue cuando vi a los hombres con metralletas y bandanas salir de la casita hacia mi dirección, así que me regresé enseguida por el sendero. En mi prisa, no le di mucha atención al hecho de ver a Lucy observando flores al costado del sendero, mientras un tipo le decía con cierto aire de manipulación –Ándale, nos podemos ir juntos en el viaje de regreso... Al cabo que el avión no llegará hasta las seis de la mañana, tenemos tiempo de hablar.– Justo lo que yo estaba pensando en decirle cuando la viera. Que curioso. Al regresar al salón, me di cuenta de que ya nadie tocaba el piano y todos estaban agachados alrededor de las brasas, devorándose al cerdo (cocinado, espero) con las manos y a mordidas. Una visión repugnante y salvaje. Me quería regresar al cuarto, pero me encontré a Lucy, estaba acostada en el sillón/hamaca y el mismo tipo del sendero le daba un masaje en los pies; cortejándola y esperando conseguir lo que quería. Sabiendo que ya pasó mucho tiempo y que en mi vida ya no existe la posibilidad de regresar a lo que amaba, seguí adelante. Salí del salón y entre al pasillo que tomamos para llegar ahí en el primer lugar; este pasillo era muy angosto, te tenías que ir de lado para poder pasar, mas a la mitad del camino, había un elevador a la derecha, en donde el pasillo se volvía más espacioso, –Para los discapacitados.– pensé.
Llegando a ese espacio, me encontré con un hombre y una mujer bastante alebrestados, parecía que buscaban algo, en el cuarto. ¿Cómo lo sé? Es mi sueño, fuck off. Lo que ustedes necesitan saber es que estaban exasperados y me querían hacer daño. Agarré la guitarra de mi espalda y le metí un tremendo golpe en la cara al hombre, la mujer se me vino encima y me agaché para esquivarla; entonces salí corriendo y me metí al cuarto, cerrando la puerta detrás de mí.
El cuarto, se veía igual, pero había gente que no correspondía. Una persona acostada en la cama derecha, tapada hasta la cabeza. No sé quién es. Lucy estaba recostada en el mismo lugar en donde estuvimos platicando y fui con ella. No me quería ver a los ojos y no respondía a mi voz. Me entristecí. Inmediatamente escuché mucho ruido del otro lado de la puerta y ésta cedió ante los golpes después de unos segundos. Entraron los hombres con sus metralletas y bandanas y comenzaron a disparar por todos lados como si no hubiera un mañana. Yo, desesperado, me aventé junto con Lucy y la abracé para intentar proveer una cierta protección de las balas. Los hombres terminaron de disparar y cuando volteé la mirada, ya no estaban. Fue entonces cuando una voz comenzó a escucharse en voice over. –Se ha terminado. Los rebeldes han matado al Papa.– Y entró la gente al cuarto, gente humilde con sombreros y ropa desgastada, y hombres en trajes detrás. Entraron juntos al cuarto, seis aproximadamente, y se acercaron a la cama donde estaba el tipo cubierto. Lo levantaron y lo metieron en un ataúd barato y frágil de madera. Ni idea de dónde o a qué hora salió el ataúd, simplemente ahí estaba, sobre los hombros de estos hombres. Tampoco hubo un proceso de meter el cuerpo al ataúd, sencillamente ya se encontraba dentro. Se lo comenzaron a llevar y cuando estaban pasando por la puerta, uno de los hombres se tropezó ladeando al ataúd hacia mi dirección y pude ver al hombre que estaba dentro. El Papa Benedicto XVI, tenía los ojos abiertos y la lengua de fuera; portaba una mueca chistosa y sentí ganas de reír al mismo tiempo que sentía cómo era todo demasiado bizarro. Lucy rió.
Y entonces me desperté.

Cthulu me enseña a correr

Marzo 15, 2010
Esta vez comenzó tranquilo. Iba yo caminando al lado de la universidad, al lado de una avenida transitada, cuando al llegar a la parada de autobús, volteo a la universidad y me doy cuenta de que había una casa excéntrica ahí, así que decidí entrar. Me topé con mi buen amigo Chupitos (definitivamente no es su nombre real) en el piso de arriba y con su pingüino mascota. Como siempre, Chupitos se quejaba de la tecnología y de lo mal que se la pasaba en su casa, me enseñó unas lámparas de su escritorio y me dijo con una preocupación genuina –¡Ya ves! Son brillantísimas. Así no se puede concentrar uno.– Pero yo no le estaba haciendo mucho caso, pues me concentré más en lo que veía por la ventana que estaba detrás del escritorio, en la parada de autobús estaba sentado un enano y arriba había un cable de electricidad con palomas reposando en el mismo; todas equidistantes.
Entonces Chupitos se me quedó viendo y me comentó –Llevamos meses tratando de que se vayan, pero están tercas.– Y le respondí –Tengo una idea, pero no sé si te vaya a gustar. Necesitaré que me la patrocines.– Me vio con felicidad, pero antes de que pudiera decir que sí, el pingüino nos interrumpió con su voz de Sinatra. –De nada servirá, en este lugar no sirve tu intento de pensamiento. ¿Acaso ves a algún ingeniero por aquí? Todos están aprisionados y lejos de aquí.– Pues al carajo, yo tenía mi idea y la iba a consumar. Le pedí a Chupitos un lanzallamas preciso e Isobutano. Mientras me daba todo le inventaba cosas del Isobutano que ni siquiera puedo comprender para que él ignorara al pingüino regordete y feo. Me colgué en la espalda el tanque de Isobutano y me dispuse a apuntarles a las palomas una por una con el lanzallamas. Al disparar, éstas daban un brinquito al mismo tiempo que tiraban una cagada en el suelo, una de ellas le cayó encima al enano y para mi sorpresa, él se dispuso a matarlas a golpes a todas. –Terminé.– Dije triunfante y me fui.
Al salir, me transporté a un lugar diferente donde había mucha gente, si se les puede llamar así, dentro de una casa, casi parecía una granja; no se veían como las personas normales, tenían máscaras o estaban vestidos con cierta excentricidad: calcetas de diferentes colores, sin combinar absolutamente nada, cabellos sucios, pintados, recortados.
En fin, todos conviviendo de cierta forma mientras yo buscaba una salida. Encontré una computadora vieja sobre un escritorio. La prendí y lo primero que vi en la pantalla fueron las montañas de un desierto, más bien, una tierra seca, sin vida; ahí empezó el zoom hasta que llegó al pie de la montaña y pude ver a un granjero parecido al de la pintura American Gothic, que estaba masticando algo mientras tenía una cara monótona, como la de un camello cuando mastica. En lo que prendí la pantalla y me sumergía en lo que veía, pude encontrar a mi madre curioseando detrás de mí, me preguntaba que qué estaba haciendo y por qué. Al voltear a contestarle le vi los ojos falsos y la cara como una máscara. El Gran Cabrón jodiéndome otra vez. Lo ignoré.
Enseguida me di cuenta que ya no estaba viendo la pantalla de una computadora, sino que había entrado a este mundo, junto al granjero, al pie de las montañas desérticas, en medio de la nada. Me dediqué a observarlo. No duró mucho mi tolerancia ya que después de unos segundos comenzó un terremoto, las montañas se separaban y el suelo se agrietaba mientras se escuchaba una voz profunda y maligna desde no sé donde. –Y saldrá de los mares... Y regresará para condenarlos... Y contemplará el sufrimiento y se alimentará de él...– Salió entonces lo que parecía ser Chtulu del suelo, algo que jamás había visto en otros encuentros; tenía cuerpo de humano obeso mientras portaba un traje de lujo y movía su inmensa cabeza tentacular en círculos. El cielo se tornó a un morado rojizo y las nubes se conglomeraron sobre nosotros, las montañas resultaron ser volcanes y comenzaron a hacer erupción.
No sé ustedes, pero yo no necesito más señales de que algo mal está pasando. Salí corriendo como una pequeña niña y el granjero se quedó masticando con la misma cara, no movió un solo músculo. No necesito decirles que fue devorado por Cthulu.
Corrí y corrí hasta que sentí que todo iba pasando. Encontré entonces, en alguna parte del lugar desértico, una casita de madera con un pórtico enfrente y de un solo piso. Entré y me di cuenta de que estaba llena de gente, pero estaban escondidos en los cuartos. Sólo habían tres personas en los pasillos: el padre, la hermanita y la niña endemoniada. Al parecer, esta niña se llamaba Carrie y asumí que era la misma Carrie del maestro Stephen King; el padre y la hermanita me condujeron a una esquina del pasillo, donde debíamos esperar hasta que nos salvaran. Todo esto sucedió mientras Carrie iba de cuarto en cuarto y se escuchaban gritos agónicos. ¿Y estos estúpidos quieren salvarse en la esquina? ¡Ni en mis sueños! Salí corriendo de ahí mientras Carrie se percató de mi existencia y me comenzó a seguir, me sentí un poco más seguro al voltear de reojo y ver que el padre estaba a punto de golpearla con un pedazo de madera justo en la nuca. Cuando llegué al pórtico vi que se había llenado de gente (la misma gente rara de hace rato) en todos lados, todo el desierto los tenía; se aproximaban con terror. Tratando de evitar más conflictos, me subí al techo de la casita y me acosté para que nadie me viera, pero pensé que de lejos sería aún más fácil verme. Mientras me preocupaba por esto, mi punto de vista cambió a tercera persona y me fui alejando cada vez más en un zoom out que dejó a mi disposición el panorama desastroso donde sabes que algo grande, sangriento y doloroso está por suceder en esa casita de madera.
Y entonces me desperté.

El sistema

Muchas veces tengo sueños con lugares o personajes recurrentes. Siempre había batallado para ponerle nombre a las caras y/o lugares para así recordarlos mejor y tenerlos en la mira. Quiero agradecer al Chepops por algunos nombres para estos personajes que descubrí el también los encontraba en sus sueños (aunque ligeramente diferentes) A continuación una breve lista de los más importantes y recurrentes:

  • El Gran Cabrón (El Aquelarre): Es la entidad que usualmente se parece a alguien que conozco y confío, tal como mis padres, mis amigos, entre otros. Sin embargo, El Gran Cabrón es un hijo de puta, me engaña a confiar en él sólo para apuñalarme por la espalda, desconfiable. Usualmente cuando me doy cuenta que es él disfrazado de alguien que conozco (se ven los ojos como hoyos negros y la cara se ve flácida) éste transfigura a su forma real, que es un híbrido entre el fauno del Laberinto del Fauno y al Gran Cabrón, pintura de Francisco de Goya.
  • Doppelgänger: Es mi otro yo, mi doble en los sueños. Lo veo como yo mismo, casi siempre con una cachucha roja y un piercing en la ceja y otro en el labio inferior; pantalones desgarrados y camiseta roja, es relajado y siempre esta en tono de burla. Inofensivo, pero no me da mucha confianza. Su aparición no es muy seguida en mis sueños.
  • Cubo de la soledad: Hay un edificio de unos tres pisos en forma de U invertida flotando en medio de la nada. Un spotlight está aluzándolo constantemente y alrededor no hay nada, más que espacio negro. Usualmente cuando sueño esto, comienzo dentro del edificio en un cuarto blanco y por alguna razón u otra salgo volando de ahí para encontrarme con unas pequeñas tablillas clavadas en la pared en un rincón del espacio negro. Una tablilla para sentarse, muy angosta y pequeña y otra tablilla más arriba para agarrarse, de las mismas dimensiones. Desde las tablillas puedo ver el edificio y el entorno negro y vacío; siempre me imaginé que este lugar tenía forma de cubo, por lo que le llamo el cubo de la soledad.
  • Elías: Es una calle interminable y ancha, con casas a los lados y algunos bosques cercanos. Me siento seguro en ella y hay gente conocida cuando la sueño. Nunca la encuentro vacía.
  • La escuelita: Es una escuela de cientos y cientos de pisos, montañas y mares alrededor, águilas y comida barata siempre están cerca. No hay elevador.

*En todas mis entradas usaré un alias para las personas, a menos que no quiera usarlas. Supongo que no importa.

Willy Wonka y la fábrica de chocolates

Marzo 14, 2010
No recuerdo bien cómo empezó. Estaba yo con tres personas, supongo que eran amigos míos, en una feria sin juegos, parecía más una quermés llena de gente y de ruido, en un campo. Habían varios puestos de diferentes cosas: de cuántos hot dogs puedes comer del tanque de agua en tal tiempo, atínale la herradura al caballo salvaje, etc. Después de caminar durante un rato admirando todas estas cosas, llegué al final de la feria donde había una cochera gigante que ya había visto varias veces, era igual a la de mi casa pasada sólo que diferente a la vez, se abrió y del otro lado se podía observar lo que parecía ser una fábrica oscura, probablemente abandonada. Entramos los cuatro y volteamos hacia arriba, la fábrica parecía tener muchos pisos, sin embargo era muy angosta. Había maquinaria pesada, torres de destilación, reactores, todo lo que una fábrica pueda tener, mas lo sucedido fue en los pequeños corredores de metal agujerado que son utilizados para que las personas controlen ciertas funciones de las máquinas, o para mantenimiento, qué se yo.
Al comenzar a subir por las escaleras de metal, me di cuenta que había alguien más arriba, bajaron hábilmente dos entes por las escaleras y nos encontramos frente a frente en uno de los pasillos. Parecían humanos, pero no lo eran. Sus cuerpos eran alargados y tenían una lata en sus cabezas, pegada a la lata, una foto de la cara de una persona para hacerse pasar por humanos. Uno tenía la cabeza de Owen Wilson enojado, y el otro de Jensen Ackles. Desenvainaron espadas y nos comenzaron a atacar al mismo tiempo que les dije a mis amigos que atacaran de vuelta; más vale morir peleando. Y así pasaron varios minutos, golpeando y esquivando; obteniendo cortadas de repente. Uno de mis amigos fue herido gravemente, de seguro cayó muerto, los otros dos seguían peleando contra Jensen mientras que yo luchaba con Owen enojado. Golpes directos en la cara y parecían afectarlo, él perdió la espada unos momentos antes y aproveché para dejar de esquivar tanto y enfocarme en el ataque. Durante mi concentración en la pelea pude apreciar que Jensen había muerto y mis amigos ya no estaban en ningún lado. Me asusté y descargué toda mi furia contra Owen, derribándole la cabeza de lata y dejándolo muerto en el pasillo.
Procedí al siguiente piso donde encontré un sauna de mala calidad, habían hombres y mujeres cubiertos con toallas. Encontré a mis dos amigos en un cuarto privado del sauna que tenía una puerta transparente. Cuando comencé a agredirlos verbalmente para reclamarles el abandono, uno de ellos señalo a mis espaldas y gritó –Cuidado!– Volteé sólo para ver que lo que parecía ser una de esas calcomanías de plástico que se pegan a los vidrios y sin embargo no tienen pegamento alguno volaba a toda velocidad hacia nosotros, entonces cerré la puerta rápidamente y la calcomanía se estrelló contra ella, dejándola inservible.
Terminada la discusión con mis amigos (que no recuerdo con exactitud ya que fue extremadamente corta) salí del sauna y baje los dos pisos que subimos en la fábrica. Regresé a la feria y descubrí que todo seguía igual; era como una secuencia que se repetía una y otra vez: un eterno loop.
Y entonces me desperté.